29 junio 2012

La I.P.S. en “El Robledo”, por Manolo Rincón


No quiero terminar este curso, en el que ha hecho 48 años que aprobamos el Preu y dejamos el Ramiro, sin rendir un cálido recuerdo a otro lugar, también evocador para muchos de nosotros, aunque ya estábamos en la Universidad cuando lo conocimos. Se trata del Robledo (Campamento). ¿Os acordáis?. Era conocido como el matadero de reclutas.

Si, las raras siglas IPS, querían decir Instrucción Premilitar Superior. De esto empecé a enterarme poco a poco.

Para mí las cosas sucedieron así.

Estaba en tercero de mi carrera, y solicité como todos ingresar en la famosa IPS. Ya sabía por compañeros que repetían, un poco de que iba aquello, y había visto “Quince bajo la lona”, película que más o menos de forma edulcorada, contaba cómo se vivía en la IPS.

En el cuartel sito en Serrano Jover (Argüelles), nos hicieron hacia noviembre unas pruebas de aptitud, que creo nadie suspendía, y a esperar a junio.

En mayo nos ponían los exámenes, y empezamos a enterarnos que era eso de la guerra. Para empezar nos plantaron una vacuna múltiple (supongo que a todos los microbios los liquidaba). Se ponía con una pistola y el fiebrón que te daba te dejaba baldado. Encima estando de exámenes, me costó la broma un suspenso, que no esperaba, por no poder ir al examen de lo mal que estaba y la fiebre que me devoraba.

Luego te daban un equipamiento de botas, uniforme y petate, te decían tu unidad y te tenías que comprar unos cordones, distintivo de tu carrera, morado y blanco en mi caso.

Y llegué en autobús con otros compañeros a “El Robledo”, situado al lado de Rio Frio en un paraje poco hospitalario conocido por la tropa como el desierto Amarillo.

Yo como estudiante de Teleco fui a trasmisiones. Y los quince bajo la lona éramos compañeros de la Escuela.

Y siguió la guerra. Nos enteramos de que éramos los malditos, y los padres (los del segundo año), nos podían hacer todo tipo de salvajadas, sin que pudiésemos protestar. Aguantamos estoicamente, dar novedades a las 2 de la mañana, hacer gimnasia en calzoncillos a las 5 y muchas más chorradas, pero había que hacerse un hombre.

Luego les tocó el turno a los mandos, que disfrutaron haciéndonos la vida poco menos que imposible, a base de órdenes a cada cual más extraña.

Había que estar muy listo, pues a la mínima te dejaban castigado. Y a ensayar la Jura de Bandera que era nada menos que el 18 de julio. 



 
Éramos de la XXV promoción.

Llevábamos un escudo con una especie de gallina y dos espadas cruzadas, con fondo azul. 



 
Por supuesto de compraba en las tiendas militares.

Y a jurar. En los ensayos nos hacía tomar marcialidad y no cambiar el paso. Ya de los desfiles del Ramiro llevaba ventaja…

Una vez jurada la bandera y dados los gritos de rigor (en mi caso disimulado, pues no estaba de acuerdo), desfilábamos ante los familiares, y nos servían la comida de gala y teníamos dos días de permiso.

Al llegar a Madrid, vestido con aquel uniforme, noté que las féminas se sentían atraídas por la vestimenta.
Algo bueno tiene, pensé yo.

Bueno el verano siguió con marchas, mucho calor por el día y mucho frio por la noche.

Táctica, tiro al blanco, y lanzamiento con bazoka y tiro de granadas (estas dos últimas experiencias me parecieron muy peligrosas).

Cuando caía una tormenta, las lonas tenían goteras y lo pasábamos fatal.

Y como quien no quiere la cosa, aquello se terminó un buen día y vuelta para examinarme del suspenso debido a la maldita vacuna.

Hoy al rememorar aquello, ya lo veo con mejores ojos, y me produce una sana nostalgia. Hasta he ido alguna vez a ver el desierto Amarillo, tal como está ahora. Y he recordado a mi “padre”, al alférez, al teniente… De buena gana me tomaría con ellos u café.

Espero que algún que otro colega le traiga también buenos recuerdo, y cante aquello de “Margarita se llama mi amor…”, con la marcialidad de aquellos tiempos….

10 comentarios:

  1. Pues hombre, yo no hice la IPS sino la MAU (Milicia Aérea Universitaria) en Burgos, lo que por referencias de la IPS de otros compañeros creo que yo fui más afortunado: éramos los “niños bonitos” de Burgos con nuestros relucientes uniformes azules y gorras de plato y, lo que nos importaba más con aquellos años, o sea, las chavalas, estaban “más a tiro”. Encima, al salir casi siempre en grupo nos daba “poderío” ¡y hasta nos lo creíamos!

    En cuanto a lo demás, ya discrepo un poco: no me traen tan buenos recuerdos la instrucción y el tener que obedecer a unos acomplejados que se las veían y deseaban para dominar a unos cuantos universitarios (nos tenían miedo) y se imponían a base de galones. Le mejor era no destacar mucho y esfumarse en cuanto fuera posible; en mi caso era un poco más difícil, pues “el sargento Schleicher” resultaba un poco exótico.
    Coincido, sin embargo, en que visto bajo la perspectiva de 2 veranos de vacaciones en un sitio fresquito de Burgos y los sentimientos de camaradería que se generan, alguna que otra aventura, los deportes, las marchas, los tiros al blanco, los lanzar granadas, etc., pues era hasta divertido y suponía un cambio en la rutina, aparte de la multitud de anécdotas que se generan en esas ocasiones.
    Yo en particular no me puedo quejar, pues con eso del dibujo el comandante me nombró “pintacarteles” oficial, lo que suponía librarme de la instrucción, y por los idiomas me encargaron junto con otro (un tal Rodrigo Rato por cierto, enchufado en medio de los aeronáuticos) de la recepción y guía turístico de los cadetes extranjeros que nos visitaban cada año, con “soldada” extra y hasta chófer con autobús.- Y claro, arrasamos Burgos, empezando por recoger a mis amigas de allá y compartirlas amable y generosamente con aquellos cadetes.

    Es evidente que, sumado todo, la ecuación me sale positiva, pero me temo que los recuerdos de otros muchos no sean lo mismo. Pienso que para “hacernos hombres” no es necesario pasar por ese periodo de “sojuzgamiento” de unos cuantos energúmenos que tienen que demostrar que mandan (hombre, igual que unas cuantas mujeres…), aunque el hecho de “compartir” lo bueno y lo malo con otros muchos resulta positivo. En conjunto, nos hace a lo mejor “más resistentes”, pero el “más hombres” lo hace la vida misma y la forma en que nos comportemos con los demás y con nosotros mismos.

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  2. En mi caso pasé las vacaciones caqui en el mismo lugar que Manolo, mi suite era la última tienda yendo hacia Riofrio, el entorno era bastante interesante, a las 6 de la mañana en posición de firmes, se divisaba Peñalara todavía con algo de nieve. La última marcha con acampada, fue a la maravillosa ladera norte de Siete Picos. Casi todos los días comíamos "pollo al chilindrón" que era unos cuellos de pollo y unas patatas cocidas flotando en un caldo grasiento de color amarillo".
    Lo mejor los compañeros de mi suite, todos menos uno salimos sargentos (cero en espíritu militar que tenía un peso de 5 en la calificación final) y un simpático asturiano que tuvo que cumplir condena en la mili normal por haber sido juzgado por el TOP, en 1962 con motivo de la huelga de la minería. Entre ellos esta Fernando Cebrián, primo de Tomás Duplá.
    Lo demás, un mundo irracional que perseguía convertirnos en autómatas para lo que hiciera falta.
    De todas maneras los artilleros, en el segundo veraneo no hacíamos instrucción cerrada ni abierta, tirábamos sobre Matabueyes, con una pieza muy manejable denominada cañón 105/26

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    1. A mi en aquel entonces me parecía una pérdida de tiempo insufrible, el estar haciendo todo el día las tonterías que "los mandos" te mandaban. Pero visto a más de 40 años vista, pues lo veo todo dulcificado. La pista americana, las granadas tiradas al foso, el campo de tiro.... Todo son buenos recuerdos ahora. Y la comida que horror, me lo has recordado, pero yo tenía tanta hambre que me comía todo absolutamente. Y luego los bocatas que nos hacíamos. Y si el fin de semana te consolaba alguna amiga, pues te ibas tan contento. A mi ya en las prácticas, casi me cae una gorda. Iba paseando (de uniforme), con una chica bie agarradita, cuando apareció un energúmeno, que me enseñó un carnet de comandante, y me dijo que estaba degradando el uniforme... Dio parte a mi unidad, y el teniente (al que yo enseñaba COBOL), paró el tema y nada me pasó, más que el susto..

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  3. Yo también pasé un par de veranos en el mismo "hotel El Robledo" entre la Granja y Segovia. Mis recuerdos son bastante "neutros", pues el tener hermano mayor que ya había pasado por lo mismo me hizo "ir bastante preparado", y con unas cuantas reglas de "conducta y convivencia" que enseguida conseguimos consensuar los otros 11 compañeros de tienda. No se porqué, pero los "antiaéreos" (prepárate Kurt....) no éramos 15, sino 12.
    Como era época de fuerte riesgo de incendios (y supongo que los proyectiles antiaéreos se podrían descontrolar en nuestras manos), no disparamos las baterías ninguna vez. Nos limitábamos a montarlas "en posición" y seguir con el "radar" de tiro a las pocas avionetas que se atrevían a sobrevolar el "llano amarillo". Y a ver tranquilamente sentados en las baterías, como a los "pisahormigas" (los de infantería, para los que no pasaron por estos trances) los machacaban a base de hacerlos correr y tirarse al suelo, mientras los de artillería de campaña disparaban sus piezas por encima de ellos....
    Puedo decir que empecé a "disfrutar" el día que conseguí mecanizar la instrucción y al mismo tiempo estar pensando en "mis cosas".... En las clases, sentados al amparo (que no la sombra) de un árbol, era todo más sencillo. Había que poner cara "neutra", mirando al instructor, conseguir que no se te cerrasen los ojos y disimular el aburrimiento. Los de Ingeniería Industrial teníamos "conquistado" al capitán, pues según él "ya veníamos con la topografía sabida" y además no hacía falta explicarnos lo del tiro parabólico.... ¡Una pena! y ¡Una pérdida de tiempo!
    Y de la vacuna (que tan bien recuerda Manolo) a mi se me quedó el que había un "turuta" (supongo que de sanidad) que te iba clavando una aguja a los que formábamos la fila, y seguíamos andando, con la aguja clavada penduleando, hasta llegar al que nos inyectaba "la mezcla", que enchufaba una jeringuilla "enorme" a la aguja y presionaba el émbolo hasta "meter" la dosis "apropiada". Se ve que con Manolo se pasó....
    En cuanto a las comidas, no se como no habéis mencionado "las bandejas de huevos duros", o lo que llamaban "gazpacho" (una mezcla grasienta de agua y pimentón), y ¡el vino tinto a mediodía!. Y para complementar "el alimento oficial", las salidas al atardecer a "Villa huevos"....
    También recuerdo las guardias nocturnas en los depósitos de agua, o en el polvorín, por donde se escapaban los soldados de reemplazo que atendían a la cocina. Y donde tuvieron que doblar los centinelas, pues entre los "erizos" que se movían por el suelo, el ulular de las rapaces, el vientecillo nocturno que movía las hojas de los árboles, más de un "caballero aspirante" (cagado de miedo) disparó su mauser tras dar repetidamene "el alto quien vive". El follón fué luego para los mandos....
    Aparte de eso ¡no me ha quedado nada de espíritu militar!
    Eso sí ¡me dieron un paseo en helicóptero por el cauce del Eresma". Se me quitaron las ganas de volver a volar con uno de esos "locos de los aparatos que van por el aire"....

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    1. Cierto lo de tener la aguja clavada unos 10 minutos, hasta que venía el sanitario de la pistola. La secuencia era turuta1, te daba con un algodon una especie de yodo. Turuta dos, te ponía una aguja. Turuta 3 te ponía con una pistola una dosis (casi letal). Y para casa a sudar la fiebre (y en mi caso a suspender por no presentarme al examen).. Respecto a los menus del Hotel Robledo, pues si eran esos. Se te olvida una paella grasienta que también devorábamos. En trasmisiones las teóricas eran calcular la resistencia equivalente de 3 resistencias en paralelo, la corriente en un circuito con una pila y una resistencia y chorradas similares (a nivel de la física de cuarto de bachiller). El tiro siempre me dió un cierto miedo, y las granadas y el bazoca más. La marcha nocturna (orientados por las estrellas) y la subida a Peñalara con todo el equipo, incluido mosquetón, eran otras de la lindezas de aquel "veraneo".

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  4. Las clases:¡¡¡Por favor una silla!!!, estábamos meses tirados en el suelo.
    Ahora con el trabajo del matemático indio la plana mayor se reduciría a un portátil.
    Desde que visité las cocinas no sé a que santo, empecé mi boicot al rancho oficial, la alternativa era la casa del peón caminero, denominada Villahuevos. Aunque mi tienda limitaba casi con ella, al cabo de un tiempo aborrecías también los huevos con patatas, además cuando entraban de guardia los recién jurados de alguna compañía en que el capitán había conseguido la automatización plena, el pobre chico del puesto próximo a Villahuevos, no dejaba pasar, se ponía nervioso y disparaba algún que otro tiro al aire.
    El puesto de guardía a que te refieres lo llamaban Mayerling, en él había un roble enorme que albergaba algunos nidos que emitían ruidos aterrorizantes. La leyenda oral afirmaba que muchos caballeros aspirantes se habían suicidado o enloquecido.
    Mantengo que no supimos apreciar el senderismo practicado, cuando veo a los cools equipados perfectamente y recuerdo que nosotros ibamos: con unas botas que daban un calor horroroso, unos pantalones bombachos, correajes y un mauser que pesaba un huevo, me digo así no tiene mérito.

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    1. Si señor. El correaje se llamaba "trincha" y era muy molesto. Los bombachos tenian muchos bolsillos y las botas que servían para todo te cocían el pie y te hacían rozaduras. Si hicimos senderismo, pero no del que me gusta. Se nos olvidan las duchas, donde salia el agua helada y decias más caliente y te abrasaban... Mayerling era por donde escapaban los soldado a sus correrías nocturnas. Había me parece recordar, un supermercado. Las guardias eran aburridas. Nadie iba a envnenar el agua o a volar el polvorín. Buf como nos hubiesen atacado los moros que paliza nos habrían dado

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  5. Yo no soy de los afectados de la IPS.
    Despues de hacer 1º de 2ºde Caminos y a la vista de la marcha que llevaba, se me ocurrió la gilip....z de meterme voluntario en la Brigada Obrera y Frigorífica del servicio Catastrofico del Ejercito (Brigada Obrera y topográfica del servicio geográfico). Allí, mediante el consabido enchufe, me las prometía muy felices de hacer la mili y poder seguir estudiando. Todo mentira.
    Hice un campamento de tres meses en Cáceres, con un 80% de analfabetos, en serio. A un compañero ilustrado, como yo, y a mi nos toco tratar de darlos clase y nos sentimos muy realizados. Curiosamente el capitán de la compañía tenia nuestros expedientes académicos con todo detalle pero nos dejaba cantar con la tropa cosas como el "no nos moveran" y cosas así.
    DE instrucción poca, casi como de agua, en Cáceres en verano y sin agua para lavarse, recuerdo que la ducha era una vez por semana.
    Despues de la jura, en Madrid, en la c/Prim, tres días a la semana y de paisano con guardias cada dos o tres semanas por ser Cabo Topógrafo.
    En 12 meses sali una vez al campo de portamiras y otra que nos llevaron a tirar con el mauser. No tenían ni CETME.
    Con 15 meses me licenciarón. En 2º de 2º de Caminos aprobe los materiales del Sr. Arredondo y claro, también me licencié y me fui de suboficial a Obras Públicas. Allí me licencié de Subteniente cum laude.
    Y me casé y aalí si que empezó la verdadera mili. Ni IPS ni "na"

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  6. andres sanchez buenaposada9 de diciembre de 2022, 13:14

    yo tambien estuve en el robledo y quiero destacar aqui el recuerdo de nuestras visitas a Villa Braga y el enigma que todavia no he descifrado de la señora con la carretilla llena de bocadillos que s enteraba antes que nosotros de cuando tendriamos una marcha .
    y como no recordar a la hija del peon caminero donde comiamos las mejores papas con huevo frito .
    compañeros de tienda como Antonio Loro Perez-Pedrero y Pepe Puga Prieto recordaran a " la pendulona" .

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  7. Buena Escuela de Mandos civiles José María Romeo

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