11 febrero 2013

Ingenieros y Arquitectos, por Manolo Rincón (Ingeniero de Telecomunicación)



Aunque las sucesivas ordenaciones de los estudios técnicos en España, se han empeñado en  meter a los estudios de arquitectura en el mismo saco que los de las ingenierías, es evidente la gran diferencia entre unos y otros.

La arquitectura en su época de oro era un arte, que exigía conocimientos de estructuras e instalaciones e incluso legislación pero también de formas y de ornamentación. Luego vinieron los bloques, los adosados y todo ese marasmo de arquitectura de consumo, que ha desvirtuado la profesión. Poco se salva hoy en la profesión como arte, quizás la restauración.

La ingeniería se ha concebido siempre, como unos conocimientos básicos comunes de matemáticas, física, mecánica, dibujo y materiales, necesarios para razonar y a partir de estos se profundizaba en las disciplinas propias de cada especialidad, casi siempre con mucho aparato matemático. El primer curso era común, con buen criterio. No había mucho arte en estas especialidades, no era necesario.

La profesión, tal como tuve la suerte de ejercerla muchos años, permitía desarrollar el arte de proyectar. Un proyecto tenía una base técnica fuerte, exigía conocer las técnicas de instalación y mantenimiento, y también la valoración económica, a la hora de redactar la memoria.

Al pasar a la implementación, exigía labores de coordinación, de adaptación a los medios y de ejecución en fases, siendo útiles los PERT y otros sistemas de planificación.

Una vez implantado estaba el entrenamiento a los usuarios, y el mantenimiento posterior.

Yo he redactado más de 500 proyectos e implantado más de 200 a lo largo de más de 40 años de profesión, y al final me consideraba un ingeniero de sistemas, feliz de dirigir a un grupo de compañeros.

El diseño de un arquitecto prevalece en el tiempo, un edificio tiene en general una larga vida. Eso lo diferencia de los proyectos de ingeniería que tienen en general una vida útil más corta. El proyecto que más ha durado, con sus remodelaciones técnicas, de los que yo diseñé es el de las comunicaciones marinas automáticas (SACOMAR), que utilizó la marina española durante 22 años. Todos los demás han tenido una vida más corta, lo que pone de manifiesto la diferencia con la arquitectura.

La nueva ley parece ir en contra de los Colegios Profesionales. Yo creo que salvo el visado de proyectos ya poca relevancia tenían estas entidades. Solo para contratar seguros de responsabilidad civil, pueden ser útiles.

Para mí el nuevo plan Bolonia que reduce a cuatro años las ingenierías es malo. Yo pienso que se precisarían seis para una buena formación. Por ello será preciso un  master para completar la formación del nuevo ingeniero.

La situación del país se refleja en que actualmente no se necesitan arquitectos, y la demanda de ingenieros es tremendamente baja.

Esto lleva a que las vocaciones bajan y el alumnado está disminuyendo drásticamente. Escuelas como Minas, Montes y Navales, probablemente están llamadas a desaparecer.

Ya en pleno siglo XXI, es probable que se precise un tipo de ingeniero que sea bastante polivalente, y un poco sustituye a los trabajadores poco cualificados, ya que los trabajos actuales exigen mucha especialización.

Yo estoy a punto de dejar ya mi trabajo de ingeniero. Lo hago contento y cuando miro al pasado, veo tantos proyectos que en su día sirvieron de mucho y hoy ya pocos recuerdan, pues piensan que siempre hubo teléfonos móviles o TV digital y nada más lejos de la realidad.

Espero que muchos jóvenes nos tomen el relevo y que la Administración no les ponga trabas en el ejercicio de su profesión.

Para los arquitectos hace falta el que discurran por nuevas vías diferentes de la pura edificación. También necesitan un tratamiento específico por parte de la Administración, para un buen desarrollo profesional.

Termino con un recuerdo a mis profesores del Ramiro, que me dieron la base necesaria para poder embarcarme con éxito en los estudios de Ingeniería.  Recuerdo el Plan 64 que inauguré y que me permitió obtener en cinco años el título, con una formación bastante buena para la época.



Foto de la Escuela que tuve la suerte de estrenar, en 1964, una gran obra de arquitectura funcional, muy avanzada para la época.

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