15 septiembre 2017

EL DECRECIMIENTO, SEGÚN CARLOS TAIBO

... por José Enrique García Pascua.



Leo el libro titulado En defensa del decrecimiento (Ed. Los Libros de la Catarata, Madrid, tercera edición, de junio de 2010) de Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid.
Dicho libro se articula en cuatro capítulos, I “Amenazas”, II “Decrecimiento”, III “Barbarie” y IV “Capitalismo”. Puesto que el capítulo segundo es el que atañe directamente al tema enunciado en el título del libro, lo dejaré para el final, y algo diré antes de los otros tres.

El capítulo primero enumera las cuatro amenazas que –de acuerdo con el autor– se ciñen sobre la sociedad actual, a saber, la globalización capitalista, el cambio climático, el agotamiento de los recursos no renovables, en especial los energéticos, que obtenemos de la naturaleza y la sobrepoblación. 

Para continuar leyendo trasládate a la sección nuestros libros donde encontrarás el análisis completo e interesantísimo que José Enrique hace del mismo.

5 comentarios:

  1. Es un concepto interesante, ése del “Decrecionismo”. Sin embargo, mirando hacia atrás sin ira, algo de eso ya hubo en la historia de la Humanidad, pero generalmente no de forma voluntaria.
    A veces hubo chispazos, como el movimiento de los Amish en Estados Unidos por parte de colonos alemanes y suizos, basados en la renuncia a aceptar evoluciones tecnológicas y volviendo a la madre naturaleza. Sin embargo, este movimiento ha quedado muy constreñido a un territorio muy pequeño cerca de Pensilvania, gracias a un gobernador que no le importó que aquellos colonos se negasen a prestar servicio militar (rara avis, desde luego, por allí) y al final se ha convertido en algo turístico por su peculiaridad, con gran cabreo de los miembros de esta comunidad (con alguno llegué a tener un enfrentamiento por hacerles fotografías).
    De forma más individual, estamos viendo que familias procedentes más bien del exterior que de nuestro entorno, compran propiedades a buen precio en pueblos abandonados; allí pretenden integrarse en la naturaleza y vivir de su propio esfuerzo.
    Mirando atrás, pues, el fenómeno parece poco “contagioso”; el Hombre del siglo XXI se ha acostumbrado tanto a los “incentivos” que la técnica ha puesto ya a su disposición, que el mero hecho de pensar en renunciar a ellos le da escalofríos (no hay más que tratar de quitarle a alguien su móvil o su i-pad, pues su reacción sería la misma que si le hubiesen dado una patada en los mismísimos).
    El ser humano sólo reacciona cuando constata que está en verdad seriamente amenazado; el libro del señor Taibo viene a ser un primer aldabonazo. Tendrán que seguir otros muchos para que reaccione…
    Muy interesante el libro, por cierto, y magnífica tu extensa exposición; he llegado incluso a sentir el aldabonazo…

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    1. La publicación de Taibo es una más de las emanadas de una corriente que ha adquirido conciencia de que, efectivamente, la humanidad está llegando al límite del desarrollo, porque vivimos en un planeta finito y H. sapiens, desde sus orígenes no ha hecho sino satisfacer sus necesidades en la naturaleza por medio de su trabajo (lo que para Marx constituía nada menos que la esencia del hombre), pero el problema reside en que la especie humana está dotada de una inteligencia que le permite crearse continuamente necesidades y encontrar la manera de satisfacerlas explotando el medio; ahora bien, resulta que nuestra actividad laboral y nuestras necesidades crecen exponencialmente y, después de la revolución industrial,
      la situación se ha convertido en insostenible.
      Desde hace mucho existen personas que han comprendido que el camino de la civilización es un camino sin salida y han optado por emular al buen salvaje. La corriente decrecionista hoy en día más bien se plantea el problema desde el punto de vista científico, económico y social. Los que sienten escalofríos al pensar que se pueden quedar sin i-pad llaman a los que avisan del problema en ciernes "neomalthusianos", y se quedan tan tranquilos, no queriendo pensar en el porvenir, lo que, por cierto, no es tu caso, ya que has sentido el aldabonazo.

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    2. También hay Amish en Ohio, aunque más civilizados. La electricidad no les da asco, por ejemplo, ni tampoco los teléfonos. Siguen rindiendo culto a la virginidad, y en eso demuestran lo trasnochado de sus creencias, aunque según parece ya se van curando.

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    3. Creo que los que yo visité eran los de Ohio, efectivamente. Es curioso que al traspasar la "frontera", ya no se ven banderas americanas como es habitual en las casas unifamiliares de los alrededores. Son antimilitaristas; de ahí que lo lleven al extremo de no usar botones y no llevar bigotes, símbolos aparentes de los militares (sus barbas son todas sin bigote. Su peregrinación hasta encontrar un asentamiento proviene también de eso, dado que rechazan "el servicio militar" y dependían de gobernadores más flexibles en este aspecto.
      La vestimenta desde luego es poco sexy, pero no me suena que rindieran culto a la virginidad. Como rechazan la televisión, para distraerse organizan festivales para cubrir las horas de ocio fuera del trabajo de campo; me figuro que a falta de otros incentivos, la generación de más prole, algo permitido con nocturnidad y sin alevosía, no está restringida (abrir un club nocturno allí no creo que tuviese mucho éxito)

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    4. Creo que los que yo visité eran los de Ohio, efectivamente. Es curioso que al traspasar la "frontera", ya no se ven banderas americanas como es habitual en las casas unifamiliares de los alrededores. Son antimilitaristas; de ahí que lo lleven al extremo de no usar botones y no llevar bigotes, símbolos aparentes de los militares (sus barbas son todas sin bigote. Su peregrinación hasta encontrar un asentamiento proviene también de eso, dado que rechazan "el servicio militar" y dependían de gobernadores más flexibles en este aspecto.
      La vestimenta desde luego es poco sexy, pero no me suena que rindieran culto a la virginidad. Como rechazan la televisión, para distraerse organizan festivales para cubrir las horas de ocio fuera del trabajo de campo; me figuro que a falta de otros incentivos, la generación de más prole, algo permitido con nocturnidad y sin alevosía, no está restringida (abrir un club nocturno allí no creo que tuviese mucho éxito)

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